Primero una confesión. Creo que siempre me ha costado entender un poco a Jorge Lorenzo. Me acuerdo cuando le veía en 2003 con esa carilla de mal encarado, poco comunicativo. Y en la pista agresivo, intenso, con un toque prepotente. Cuando a Lorenzo le ponen un micrófono delante a veces parece que fuese a subir el pan. La segunda parte de la confesión es que, a fuerza de tratarle, me he dado cuenta de que es un personaje especial. Es un tipo muy educado, le gusta cultivar su imagen y a veces proyecta un yo que a algunos no les convence. Pero que nadie tenga la más mínima duda: este tipo es toda una fuerza de la naturaleza. Es muy competitivo, y pura intuición con una moto en las manos. Y, además, tiene un buen concepto del espectáculo, o por lo menos a mí me lo parece: no pasar desapercibido. Cuando no consigues nada puede quedar mal, pero con dos títulos de campeón del mundo en el bolsillo, se lo puede permitir.
En el entrenamiento de noviembre de Jerez alguien me decía (alguien con peso) que Lorenzo todavía no se enteraba muy bien de cómo iba su Yamaha M1, que no entendía la moto. Que lo suyo era pura intuición. Con esa intuición dejó su toque de atención con una gran simulación de carrera. En el test de Sepang de esta semana ha vuelto a seguir enseñando de qué es capaz. Con neumáticos de carrera y con neumáticos de calificación. Comparaciones con lo hecho por Rossi aparte, obviando alguna que otra declaración fuera de tono o que se puede entender de aquella manera, lo cierto es que ha conseguido que muchos estemos pendientes de lo que hace, y que afrontemos con mucha curiosidad el principio del campeonato. Y eso ya me parece mucho. Lo dicho, una fuerza de la naturaleza.
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